miércoles, 29 de abril de 2009

REFLEXION CUARTA.- Críticos de prestigio

Tengo la firme impresión que para dedicarse a la muy noble tarea de criticar la obra de otro, hay una condición indispensable: la ausencia total de gusto. Básicamente, la crítica consiste en decir que te gusta todo lo que a nadie le gusta, mientras que debes aborrecer aquello que a la mayoría del vulgo le agrada. O sea, que es como el típico caso del soldado que va a contrapié en el desfile y se niega a cambiar el paso porque considera que los equivocados son los otros tres mil mientras él se halla en posesión de la verdad.
Me gustaría que alguna vez alguien me explicara cómo se consigue el carnet de crítico, o dónde se puede uno graduar o diplomar en crítica. También me valdría con que me explicaran cómo se consigue trabajo de crítico, aunque lo cierto, es que criticar a alguien no cuesta trabajo para nada en absoluto. En la calle de mi pueblo donde viví de chaval, había alguna que otra persona que realmente podría haberse dedicado a esta gratificante profesión (...)
Para ser crítico, pienso, hay que padecer de estómago, hay que estar permanentemente cabreado, hay que ver la vida gris oscuro tirando a negro, y hay que tener el ego muy alto, la lengua rápida, y las manos lentas. Es como ponerle pegas a todo lo que hace otro, pero sin el como. Y todo esto, sin haber hecho nada que sirva como modelo comparativo. Me explico: no hay ningún crítico que haya escrito el quijote y luego utilice el quijote como patrón de medida para todas las novelas, de modo que se pueda permitir el lujo de calificar de literatura fácil o comercial a todas aquellas novelas que no sigan el patrón marcado por él. Pienso que hay que padecer de estómago porque todo, todo, todo – cine, música, literatura, pintura...- está mal, o mejor dicho, no está lo suficientemente bien como para satisfacer el espíritu puro del crítico. Hay que estar permanentemente cabreado porque a veces no se puede escatimar en palabras que tiren por tierra la obra de otro; lo importante no es respetar a ese otro con el que no compartimos gusto o motivación: lo importante es tirar por tierra el trabajo de ese otro, sin habernos manchado las manos trabajando nosotros. Qué fácil es torear desde la barrera. Es preciso ver la vida gris oscuro tirando a negro porque para ser crítico hay que buscar y rebuscar mucho entre toda la basura que nos rodea, viéndolo todo como insatisfactorio, para encontrar las verdaderas y únicas gotas de inspiración capaces de satisfacer esa sensibilidad extrema, y ese gusto exquisito que sólo ellos mismos son capaces de apreciar. Hay que tener el ego muy alto, porque hay que creerse por encima del bien y del mal; hay que creerse capacitado para juzgar el trabajo ajeno y emitir sentencia firme sobre él. No me digan si no hay que tener el ego alto como para permitirse sentenciar sobre cualquier cosa que ni hemos hecho, ni seremos capaces de hacer en nuestra vida. O si no hay que tener el ego en las alturas para creer que millones de personas están equivocadas cuando aplauden un libro, una película o una canción, y al mismo tiempo asegurar que la obra en cuestión es de baja calidad porque a MÍ me lo parece; es una pasada afirmar que la propia opinión de uno está por encima del resto, más cualificada, más próxima a la luz de la sabiduría. Y en cuanto a la lengua rápida y las manos lentas... no hacen falta demasiadas explicaciones: no pintar jamás un cuadro, pero descalificar cuadros de otro; no escribir nunca un libro, pero enumerar los “defectos” del libro de otro; no componer o cantar nunca una canción, pero vilipendiar la composición o actuación de otro; no dirigir o interpretar nunca una película, pero enjuiciar las películas de otro... En fin, un auténtico chollo esto de la crítica.
Es curioso cómo hay personas, obras, o situaciones que se convierten en icono, y su imagen como icono llega a sobre pasar tan de largo su propia calidad intrínseca como persona, obra o situación, que generaciones enteras se las dan de entendidos, cultos, o puristas – o todo a la vez e incluso algún calificativo más -, con sólo invocarlos aunque realmente no lleguen a saber nada de ellos. Seguramente habrá en la historia mejores cantantes que Kurt Kobain o John Lennon, mejores actores o actrices que James Dean o Marylin Monroe, mejores “políticos” que Ernesto Guevara o JFK, y mejores autores que Cervantes o García Lorca. Estoy seguro que si al colectivo de críticos aún le quedara hacia este modesto reflexor – ¿se dirá así de quién reflexiona? ¿tendrán las almohadas algo que ver con los almohades? - algún resto de simpatía, estoy a punto de dilapidarlo(...)
Lo que ocurre es que en la mayoría de los casos, el icono está por encima de cualquier otra circunstancia, y bastante a menudo es la “crítica cualificada” la que aporta o resta prestigio. Curiosa situación, si tenemos en cuenta que Cervantes se murió más pobre que las ratas, o Van Gogh tenía menos fondo que el Guadalquivir en agosto(...)
La crítica, que muchas veces se lanza al desgarro de obras o autores, condenándolos al ostracismo en vida, no tiene ningún reparo en adoptar posteriormente dichas obras y autores, y reivindicarlos tras la muerte de los segundos. Como si eso le sirviera de consuelo al autor. Como si hubiera un club social en el paraíso donde los autores pudieran codearse entre ellos y recibir aclamaciones a la salida. Como si de veras tuviéramos una eternidad donde los pobres fuéramos los ricos y los últimos los primeros. ¿Alguien puede imaginar a Vincent y a Don Miguel, mofándose de Miró o Cela por toda la eternidad? Esto me lleva al principio, al regalo envuelto en lujoso papel conteniendo en su interior una sola tarjeta de felicidades.

jueves, 23 de abril de 2009

REFLEXION TERCERA.- Citas históricas

Una cita histórica es cuando quedas con una persona que te atrae sexualmente, cenas con ella, tomas unas copas, descubres que la vida merece la pena ser vivida, y luego, finalmente, pasas diez horas encerrado en una habitación intercambiando fluidos corporales y pensando que si esto es tan bueno sin existir dios, cómo podría ser si realmente existiera.
También puede catalogarse de cita histórica aquella ocasión en la que quedas con unos amiguetes - o unas, que luego me acusarán de machista lingüístico -, echas unas risas, te pegas un homenaje, pasas una noche de miedo, y encima el camarero se equivoca en la cuenta y cobra tres rondas de menos.
Cita histórica es cuando vas en enero a tu médico de cabecera y éste te remite al especialista. Luego de esperar veinte minutos en la cola comprobamos que la cita con el especialista se producirá en febrero... ¡del año siguiente! Así que cuando vamos finalmente al especialista, trece meses después, la primera cita que tuvimos con nuestro médico de cabecera ha pasado a convertirse en una cita histórica.
Para completar la ronda, cita histórica es Cái – algún día me atreveré con una gramática y una sintaxis andaluza; o al menos, me atreveré a escribir en andaluz; ¡¡¡viva Pérez-Reverte!!! -. Bueno, realmente no es cita, sino TAcita. Pero es de plata, es de ensueño, es de este Al Andalus de mis alegrías y mis miserias, y es la más antigua de todas las tacitas, las tazas, las copas y toda la vajilla al completo. Así que síganme los buenos, y levantemos lo que tengamos entre las manos para brindar desde el mundo por otros cinco mil años de sal, tanguillo, y coplas. Y esperemos que no dure tanto al frente del consistorio la señora Martínez.
Y finalmente llegamos a lo que realmente se conoce como “cita histórica”. Hubo gentes a lo largo de su vida que estaban muy preocupadas sobre seguras colinas en encontrar una frase que retratara con exactitud cualquier momento de gloria, supuesta o real, mientras miles de hombres se mutilaban en campos de batalla de valles cercanos, defendiendo causas o egos ajenos. A ver cuántos siglos contemplaron a los infelices que se dejaron el alma peleando por las pirámides; o busquemos a alguien que recuerde el nombre de cualquier legionario romano de los que perdieron le piel a tiras luchando en la Galia, mientras Julio cantaba soy un truhán – creo que me he equivocado de Julio, aunque no estoy seguro -.
El pequeño cabo era un aficionado a esta arriesgada labor, mientras los infantes de la patria se cubrían de gloria – curiosa forma de llamar a la mierda, el barro y la metralla; aunque en España también sabe algo de eso la fiel infantería -; y nos dejó joyas del tipo de los cuarenta siglos, o del sillón forrado. Pero lo cierto es que él tardó bien poco en encargarse un forro propio. César fue otro aficionado a esta labor, aunque al menos se puede decir en su favor que se mantuvo fiel a su estilo hasta el mismo momento final. Siempre he tenido la impresión que cuando increpó a Bruto con el último aliento, estaba mirando a un fotógrafo de efe en lugar de mirar a su interlocutor, al que de paso metió también en los libros de historia.
En casa también contamos con algún que otro ejemplo de grandes hacedores de citas, victoriosos en mil batallas libradas desde Aranjuez, Sevilla o La Granja. Curioso Felipe II, que se ventiló a medias con La Mancha – el canal, no la del Quijote – a miles de paisanos mientras se lamentaba de ser él mismo un elemento de cuidado. Tal vez al referirse a los elementos no dijo exactamente eso, pero seguro que más de un pobre marinero anónimo, calado de agua y frío hasta la médula, lo pensó mientras se iba al fondo del canal al mismo tiempo que el piadosísimo y austero Felipe posaba para algún pincel entre sedas y terciopelos.
Para gafe, el pobre Cervantes, ya saben, el chaval ese que promete. Creo que si le dan unos añitos para que madure – unos cinco siglos o así -, acabará por consagrarse como escritor. Igual hasta le publican un librito. Don Miguel nos dejó una auténtica joya, apenas una docena de palabras, que es mucho mejor con diferencia que las miles de páginas de tostón del ingenioso hidalgo – por mucho que los críticos se empeñen en catalogarla de obra cumbre de la literatura española; qué presunción, suponer que se tiene el suficiente conocimiento como para afirmar que nadie fue capaz de superarla en quinientos años, y sobre todo, tener el suficiente conocimiento como para afirmar que nadie será capaz de superarla en el futuro -. En fin, que el pobre don Miguel, entre maullido y maullido del estómago, lampando por algo que digerir, y entre tostón y tostón – o página y página del hidalgo, léase según el gusto de cada uno -, aún tuvo tiempo para regalarnos lo siguiente: “Cada cual es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces”. Chapó por don Miguel. Una de las citas históricas más redondas que conozco. Puede que sea la mejor, si tenemos en cuenta que sólo conozco ésta, la de Sócrates, y las de Helenio Herrera y Torrebruno. De cualquier manera, nadie podrá negar que la profundidad de esa frase bien merece la pena y justifica que su autor encuentre sus dos renglones en los libros de historia – y todo eso sin mandar al matadero a miles de desgraciados en pos de la gloria -. Tal vez se podría afinar más si se sustituyera el Dios en mayúscula del original por la naturaleza en minúscula, pero no es plan de venir a corregir a don Miguel quinientos años después – que ya dije que torear desde la barrera es muy fácil y es propio de críticos; además, hoy es más fácil de opinar porque no hay cerca ningún Torquemada con antorchas y poder para usarlas. Por cierto, ¿querrá decir “torre quemada”? Porque si es así, el apellido le venía como anillo al dedo a tan piadoso y cristiano individuo, encarnación de las virtudes y del mensaje de Jesús; en cualquier caso, ya sabemos cómo se decía “pirómano” en castellano antiguo, antes de la llegada de Freud, la psicología, el psicoanálisis, y todo eso... -.

lunes, 20 de abril de 2009

REFLEXION SEGUNDA.- Las guerras y el mercado

¿Alguien cree que fue la religión la que provocó las cruzadas? ¿O que fue la defensa de la libertad la que empujó a los USA a expulsar a España de Cuba, entrar en la Segunda Guerra Mundial o darle caña al “pobre” Saddam? ¿Por qué no echan a los ingleses de Gibraltar, le dan caña a los Israelitas o entraron a saco en los Balcanes? (...)Pregúntense quién reconstruyó Europa o Irak, y dónde está el petróleo de Saddam o cuál es el burdel de USA y tendrán muchas respuestas de qué es lo que buscan el vaquero acomplejado y alcohólico -y los que hubo antes que él- y sus amigos hombres sabios (...) El mercado. Siempre es el mercado (...)
El invento no es nada nuevo. Los hombres sabios siempre han ideado excusas estupendas para mandar al matadero al resto de hombres que los rodeaban. ¿De verdad alguien cree que las cruzadas fueron para recuperar tierra santa del infiel? (...) Los hombres sabios del momento decidieron ir un poco hacia el oriente y dar caña a los moretes en lugar de darse caña entre ellos. Así conseguían matar varios pájaros de un sólo tiro; conquistarían nuevos territorios, llenarían sus vacías arcas, se quitarían de encima unos cuantos miles de campesinos de esos tan molestos, calmarían los ánimos de la vieja Europa esa -ya sabemos lo pesada que se ponen las viejas-, se ventilarían a algunas delicias orientales como pasatiempo, y de paso, a la vuelta, tendrían un montón de viudas y huérfanas a las que consolar sin tener que fabricarlas (...)
Igual que algunos siglos después ocurrió con el tal Colón y el dechado de virtud católica que fue la tal Isabel de Castilla. No había ningún afán colonizador, ni evangelizador, ni paparruchadas de esas. Había pasta, pasta gansa, y esta señora católica debía de tener un olfato finísimo para estas cuestiones. La corona estaba más tiesa que la mojama, y el tal Fernando empeñado en mirar a los moros y los italianos, igual de tiesos que él -aunque él no lo sabía-. En cambio, Isabel lo tenía bastante claro y le dio vidilla a Colón. Oro a espuertas, esclavos, indios macizorros en taparrabos... ¡Y todo gratis! ¿Quién iba a desperdiciar semejante chollo? (...)
La Revolución francesa tampoco tuvo nada que ver con liberté, ni egalité, ni fraternité, ni né de né. Se trataba de quitar de en medio a los hombres sabios que controlaban el mercado para ocupar su lugar otros hombres sabios que estaban hartos de los primeros. El pueblo siguió pasando hambre, las mujeres siguieron siendo violadas, los niños continuaron quedándose huérfanos, y todo aquel que dijo esta boca es mía fue rasurado a conciencia por el magnífico invento del profesor Gillott. Me pregunto si lo de Gillett querrá decir un gillott pero pequeñito, más o menos (...)
La Primera Guerra Mundial tuvo que ver con el reparto de Africa, por supuesto. ¿A quién le iba a importar un príncipe muerto más o menos? (...) Lo de la Segunda fue más esperpéntico aún. ¿Iba el tío Sam a permitir que Alemania se quedara con un mercado de varios cientos de millones de consumidores? ¿Cómo iban a consentir que entre Alemania y Japón se adueñaran de dos terceras partes del mundo con posibilidades económicas? (...)
Luego llega la guerra fría esa. Nos inventamos a Saddam, a Osama, a Gadafi, a los talibanes y a los mil dictadores sudamericanos y africanos que nos bailan al son que tocamos para que les paren los pies a los rusos malos al mismo tiempo que nos permiten limpiar de recursos sus países y llevárnoslos calentitos para la tierra de la libertad. Cogemos y los armamos hasta los dientes para que echen a los rusos de sus países, o bien para que se ventilen a cualquier movimiento prosoviético que exista. Luego, cuando el tío Sam se compra la URSS a golpe de cocacola y Perestroika, estos jerifaltes (...)
De modo que hay que quitárselos de encima, así que de nuevo a una guerrita apetitosa para vaciar de nuevo los arsenales, volverlos a llenar, desprendernos de algunos miles de hispanos y negros, y reconstruir lo destruido de nuevo -llenándose de paso los bolsillos otra vez-. ¿Por qué no le dan caña de la rica a Israel? ¿Acaso ellos no invaden Palestina cada día de forma al menos igual de violenta que la de Saddam en Kuwait? Será porque en Israel no hay petróleo, o porque Israel es un satélite americano en medio de un próximo oriente hostil, o porque el noventa por ciento de los hombres sabios que mandan en los USA de marras son de ascendencia semítica (...)Digo yo que de paso podrían venir para Cádiz y darles caña a los putánicos que llevan allí desde hace siglos (...) Lo cierto es que sale mucho más barato matar, asesinar, violar, invadir y pisotear a todo el mundo cuando se hace en nombre del sagrado mercado controlado por los hombres sabios del vaquero loco, alcohólico y acomplejado, que hacerlo en nombre de cualquier idea altruista por muy verdadera que ésta sea.

jueves, 16 de abril de 2009

REFLEXION SEGUNDA.- La historia la escriben los vencedores

¿Alguien puede imaginarse a los nazis como a una sociedad obsesionada por la tecnología? ¿Quién diría que los indios americanos tenían grandes capacidades místicas y astrológicas? A nadie se le ocurriría decir que los negritos africanos son más potentes físicamente que el hombre blanco. Y por supuesto, jamás pensaríamos que los japoneses de mil novecientos cuarenta y cinco eran más inteligentes y avanzados que los yanquis. De los republicanos españoles ni hablamos, claro; eran una panda de rojos, judíos o masones que no fueron zurrados convenientemente. Seguro que alguno se escapó del Valle de los Caídos, de alguna cárcel, de alguna cuneta o tapia de cementerio, o del Canal de los Presos. Lo digo porque cada año salen unos fulanos con esas banderas extrañas sin el pollo, esas de tres colores. Y alguno hasta habla de regarlas con un himno o algo así (...)
El hombre sabio lo es tanto que lo primero que hace tras despanzurrar a sus enemigos en el campo de batalla es ir a sus casas y matar a sus hijos, ventilarse a sus viudas, quemar sus posesiones, cubrir los restos de sal, y mearse encima para dejar su olor. Luego llega a sus despachos y se pone a reescribir la historia para borrar cualquier vestigio de su antecesor, por si acaso pudiera convertirse en algún problema. ¿Los mayas? Unos salvajes que hacían ritos con sacrificios humanos. ¿Los tutzi? Unos bárbaros caníbales. ¿Los alemanes? Una panda de nazis. ¿Los japoneses? Unos chalados kamikazes. ¿Los rusos? Con ellos no me meto demasiado porque tienen palos. ¿Los chinos? Con ellos tampoco me meto porque tienen más palos aún que los rusos. ¿Los cubanos? Unos asquerosos putones y libidinosos. ¿Los españoles? Unos flojos, vagos y juerguistas... Y así seguiríamos por todos y cada uno de los pueblos que han sido derrotados alguna vez. Menos los yanquis, claro. Ellos nunca han sido derrotados (...)
Llamamos Reconquista a una serie de escaramuzas que algunos reyezuelos ambiciosos -herederos de nadie, porque nunca nadie tuvo Iberia bajo su reinado- llevaron a cabo hace cinco siglos para echar de aquí a otros reyezuelos ambiciosos que llevaban apalancados ocho. Según esta regla, los moritos tienen otros tres siglos de margen para venir a reclamar lo que un día fue suyo. Y ellos sí que podían llamar al proceso La Reconquista, porque realmente sí conquistaron Iberia una vez. ¿Cómo habrían llamado a la cuestión de haber ganado ellos? ¿El Intento Frustrado? ¿La Rebelión Cristiana? ¿La Gran Cagada? ¿Y los nazis, cómo habrían llamado al Holocausto? ¿Las Rebajas? ¿Temporada Alta? ¿La Gran Liquidación? Hay otros ejemplos ilustrativos al respecto, como por ejemplo La Conquista del Oeste. ¿La habrían llamado los indios La Invasión Blanca? ¿Llamarían los sudamericanos si hubieran resistido al hambre española al catorce de octubre de mil cuatrocientos noventa y dos como El Día del Conocimiento de Europa? ¿Cómo se llamaría la Guerra de la Independencia? ¿La Rebelión de las Colonias? (…)
(…) lo verdaderamente importante no es lo que pasó en la historia, sino lo que se recuerda que pasó, y cómo se cuenta que pasó -que diría García Márquez-. Y normalmente, tras una guerra, quienes quedan en pie son los vencedores. Los pocos vencidos que quedan siempre van camino de algún campo de concentración o de algún paredón, así que poco pueden recordar. Y los que ganan, ya se sabe lo que recuerdan, cómo lo recuerdan, y cómo lo cuentan(…)

martes, 14 de abril de 2009

REFLEXION SEGUNDA.- Personas que pasan a la historia

Es curiosa la forma en las que ciertos representantes de esta especie sabia a la que pertenecemos han pasado a las páginas de nuestra propia historia. Aunque teniendo en cuenta el soberano ejercicio de modestia y humildad que alguien realizó en su día para denominar a nuestra especie, cuesta menos trabajo creer que ciertos “ejemplares” de la especie hayan terminado por aparecer en susodichas páginas. Somos sapiens sapiens. Ahí es nada. …cualquier individuo que afirma ser lo que es puede ser tachado de pedante incluso por sus más íntimos, mientras que la propia especie que se califica a sí misma de sapiens sapiens, está libre de tan peculiar adjetivo –o epíteto, no se enfaden ustedes, señores críticos, que ya me acordaré de su élite en el momento adecuado-. Si eso es modestia, que venga George W. Bush (¡¡¡salud!!!) y lo vea. ¡ Pobre Multatuli (Eduard Douwes Dekker), si levantara la cabeza y viera qué pocos somos los seguidores de su teoría de la humildad, y cuánto falso modesto va por el mundo pegando bombazos en nombre de la paz y la democracia...! Menos mal que en esta España hay una gran liebre, digo, menos mal que en esta España, que es una, grande y libre –qué lindo sería si las españas fueran múltiples, infinitas y libres de verdad -, siempre contaremos con algún tío Paco para defendernos y protegernos de las gordas judías esas. ¿O eran hordas? Bueno, qué más da. Si de todas formas, siempre tendremos al tío Paco o a alguno de sus herederos (…)
(...) si pudiéramos repasar uno a uno todos y cada uno de los nombres que llenan los libros de historia, veríamos que el porcentaje de personas que resultan un ejemplo negativo para el futuro es muchísimo más numeroso que el de las personas de las que se podrían obtener posibles modelos a seguir. Siempre fue fácil para gentes advenedizas hacerse un hueco en los entresijos del poder (…) Inútiles de medio pelo han escalado hasta los más altos peldaños de la miseria humana huyendo del anonimato, y a la caza de sus dos renglones en la historia, al mismo tiempo que para conseguirlo enviaban a miles de hombres válidos aunque anónimos a la muerte en nombre de causas justas, de discursos sentidos, de ideas de utopía, de banderas coloridas adornadas por escudos airosos. Miles de mujeres han sufrido la locura de esos mismos hombres. Miles de niños han perdido a padres y madres por el primer motivo, o el segundo. O incluso por los dos motivos a la vez. Y mientras tanto, esos inútiles, esos mediocres empedernidos que accedieron a lugares relevantes en sociedades en las que el quilo de mediocridad se pagaba a precio de oro, continuaban buscando entre retorcidos pliegues de retorcidos cerebros una frase por la que ser recordados en siglos venideros, a salvo de conflictos que ellos mismos crearon – y siguen creando, porque esta subespecie sigue existiendo -, sin jugarse nada más que las vidas ajenas (…)
(...) Siempre me ocurre en vacaciones. Miro y veo tanta riqueza, tanto despilfarro, tanto lujo... e intuyo cuánto esfuerzo ajeno habrá costado, cuánta miseria y necesidad ajenas, cuánto dolor y sufrimiento, cuánta sangre y cuántas vidas... Hombres sabios y sabias mujeres (…) A veces, desde nuestros quinientos años de ventaja, olvidamos que también llevamos el terror y el caos a otras tierras en nombre de algún dios, o alguna causa, o alguna bandera. A veces olvidamos que esas tierras siempre han acabado por sublevarse y expulsarnos de allí con nuestros dioses, causas y banderas, para recuperar sus dioses disfrazados de los nuestros, sus causas similares a las nuestras, y sus banderas diferentes aunque iguales a las nuestras (…)
(...) Qué bonita suena la marcha de la infantería, el ardor guerrero; qué bonito es el himno de los caídos. Sobre todo si lo entonan en honor de otro, mientras yo me dedico a mandar una bandera y una misiva con el dolor, el beso y el agradecimiento de la patria, mientras miro el reloj para no llegar tarde a la mesa que tengo reservada en el mejor restaurante. Pagan los contribuyentes, por supuesto.
El Mercado manda en la historia. Mejor dicho, el mercado escribe la historia. Y la pluma la empuñan aquellos que manejan a los títeres del sistema (…) El mercado manda, y cuando toca período de recesión, todo hijo de madre –o diosa -, tiene que apretarse el cinturón, como diría algún que otro político conocido en otras épocas. El mercado, el dinero, siempre ha estado manejando el timón, como si realmente fuese el director de orquesta, mientras el imperio contemporáneo a cada época actúa de primer violinista, el resto de líderes mundiales forman la orquesta, y los miles de millones de personas -¿o quizá víctimas?- del mundo asistimos impotentes al concierto que se empeñan en representar muy a pesar nuestro (…) Y a nadie le importa que no quisiéramos estar en ese concierto, a nadie le importa que no quisiéramos estar en ningún concierto. A nadie le importa que ni siquiera quisiéramos que se celebrara concierto alguno. Y finalmente, lo único que acaba por importarnos realmente es que el concierto ha terminado, y que la panda de farsantes vividores que forman la orquesta se ha largado sin destrozar el auditorio (...)

jueves, 9 de abril de 2009

REFLEXION PRIMERA.- A modo de introducción

Este es el primer capítulo del libro. Dejo aquí una muestra de su idea principal, y espero que os parezca lo suficientemente interesante como para abrir un estupendo y devastador fuego cruzado...

"Hay personas que pasan a la historia de manera incomprensible por pensamientos del tipo fútbol es fútbol, lo importante es participar, y sólo sé que no sé nada. Sí, han leído bien: sólo sé que no sé nada. No es que le tenga una manía especial al bueno de Sócrates, ni tampoco que reclame un hueco en el glosario de las citas históricas, más o menos afortunadas, que han pasado a formar parte de nuestra dialéctica cotidiana o incluso de aquella otra un poco más sesuda que queda reservada tan sólo a autores reconocidos por premios y galardones, de esos que necesitan tres páginas para decir esta boca no es mía sino prestada. Ni a los críticos de prestigio, por supuesto; a aquellos a los que interesa más la forma que el contenido, como si lo más importante de una historia fuese el cómo y no el qué. Imagino que no me gustaría nada recibir un regalo envuelto en un lujoso papel; papel que sólo guardara en su interior retazos de cumplimiento o cortesía, pero qué se le va a hacer: el lenguaje es el lenguaje, la crítica es la crítica, y el reconocimiento es aquella sensación que experimenta alguien cuando se acuerda de ti... ¿o no?

Retomando el hilo del pensamiento inicial, y volviendo a nuestro amigo Sócrates, decía que quizá su mérito esté en reconocer su ignorancia o tal vez esté en la forma en que lo reconoció. A fin de cuentas, críticos y autores reconocidos al margen, la Filosofía le ha dado y le sigue dado un lugar importante en sus estanterías, y no se puede dejar de reconocer que la Filosofía es útil a la Vida. De cualquier manera, y aún a riesgo de parecer una persona soberbia que cree estar por encima del mismísimo Sócrates, he de reconocer que yo sí sé algo, además del paralelismo existente entre la Filosofía y las Palomitas. Aunque también he de reconocer que una gran parte de ése algo que sé no se lo debo a mi propia experiencia personal, sino a vivencias ajenas de las que fui mal confidente o testigo entre el humo de cigarrillos Ducados y Camel hasta altas horas de la noche, aunque también se podría decir hasta tempranas horas de la mañana, siempre a la espera de la musa. Tan mal confidente fui que los objetos de esas confidencias se han acabado convirtiendo en esta colección de reflexiones, de esas que podrían empezar con Un amigo de mi amigo le contó a un conocido del novio de mi hermana...
Espero que las disfruten o las padezcan, pero en cualquier caso, espero con más interés aún que no les resulten del todo indiferentes."

martes, 7 de abril de 2009

A modo de bien venida

Adelante, pasad y adentraos en el ridículo mundo de lo absurdo. Aquí podréis llamar a cada cosa por su nombre, a cada idea por su esencia, a cada persona por lo que es. Reflexionar, opinar, expresar, denunciar... Estos y otros verbos son bien recibidos aquí, al igual que las cuestiones pasadas, presentes o futuras que os inquieten y os motiven a dejar vuestra huella en este lugar. No os preocupéis de ser en exceso cristalinos o sinceros, porque sólo hay una condición en el mundo de la Filosofía y de las Palomitas... SER POLÍTICAMENTE INCORRECTOS.

Saludos, y buena suerte