Una de las principales trampas urdidas por el hombre sabio ha ido encaminada o dirigida a las mujeres. El hombre sabio -sin duda asesorado por las sabias mujeres- se ha terminado por dar cuenta que de seguir sometiendo y pisoteando a las mujeres de la forma en que venía haciéndolo, se le podía ir el asunto de las manos y perder el control del cotarro. De modo que un día se puso a trabajar en la cuestión de controlar el asunto férreamente para meter a las mujeres en el saco y mantenerlas sometidas otros cuantos de miles de años.
Para conseguirlo, el objetivo estaba claro; se trataba de impedir que las mujeres pensaran, que tomaran el poder, que asumieran el control, que plantearan una alternativa femenina al modelo de sociedad impuesto por el hombre sabio. Para ello tramaron una estupenda farsa, un fantástico ardid a través del cual están consiguiendo mediatizar a las mujeres y convencerlas que la solución a su sometimiento no está en encontrar una sociedad alternativa a la de los hombres, sino en convertirse ellas mismas en hombres sabios. Es decir, los hombres sabios quieren que las mujeres deseen ser hombres sabios y de esta forma no se dediquen a encontrar un modelo de sociedad más perfecta que la de los hombres sabios y en la que éstos y sus privilegios no tengan cabida.
De momento están ganando la batalla, y gracias a la complicidad de las sabias mujeres están consiguiendo que el resto de mujeres no busquen las alternativas sino el convertirse. Les muestran la zanahoria, les marcan el camino deseado por ellos, las llevan a debates vacíos donde el mayor triunfo es la estupidez más absoluta, y les hacen creer en una fantasía de avances que no son sino riesgos medidos y controlados por ellos mismos.
El lenguaje no sexista es el gran bluff en las políticas de igualdad, y la mayor estupidez de todas las estupideces en este sentido. Hoy se es más feminista que nadie por duplicar las palabras para decir lo mismo, navegando en contra de la corriente que marcan la propia sociedad y el sentido común. ¿Se imaginan redefinir todo el idioma? Yo no sería un hombre, sino un hombrO. Y los concejales no serían tal, sino concejalOs. Y los albañilOs. También tendríamos que redefinir la fauna, y un águila macho sería un águilO. Y lo mismo ocurriría con el panterO, el jirafO, el iguanO y así imaginen el resto. Y con los plurales, pluralAs y pluralOs, no vean. Compañeros y compañeras, amigos y amigas, asistentEs, asistentAs y asistentOs; tíOs, tíAs y tíEs -claro que sí, ¿o es que los homosexuales no tienen derecho a reivindicar su propia vocal para ellOs, ellAs o ellEs?-.
Es el colmo del absurdo, y se ve absolutamente ridículo -una tomadura de pelo y una falta de respeto vil- cuando vemos a los hombres sabios y a las sabias mujeres hablar de esa forma entre amplias sonrisas -mientras sus parejas están en casa fregando, con todo el respeto para tan digna labor, por supuesto-, agitando el lenguaje no sexista irreal y artificial como el gran paradigma de la integración de la mujer en la sociedad de los hombres sabios.
Pero luego, a la hora de la verdad, las mujeres caen en la trampa y les siguen el juego pretendiendo llegar a ser un hombre sabio -puede que alguna lo consiga, pero aunque es posible, es improbable- en lugar de dedicarse a idear el modelo de sociedad de la mujer. Y así, mientras los hombres sabios y las sabias mujeres hablan y hablOn de las lenguas y los lenguOs entre sonrisas y sonrisOs, meten a las demás mujeres en el saco, en la carrera por llegar a ser hombres sabios.
Finalmente descubrimos que todo es una farsa, y que en realidad todo está peor para las mujeres. Trabajan igual que los hombres pero cobran menos. Están sometidas a acoso laboral en un alto porcentaje. Tienen menos contratos fijos, y el embarazo sigue siendo causa de multitud de despidos. No llegan a puestos de responsabilidad en el mismo porcentaje que los hombres. Y a los puestos importantes de verdad, en los que se toman las decisiones, ésos, ni los huelen. Y encima llegan a casa y tienen las mismas obligaciones domésticas que antaño en la mayoría de los casos pero el treinta por ciento menos de tiempo. Para colmo, siguen siendo maltratadas por muchas de sus parejas, y las cifras de mortandad son realmente espeluznantes.
¿De verdad que las cuotas en los partidos y el lenguaje no sexista son los dos paradigmas del feminismo del siglo veintiuno? Por favor, mujeres del mundo, rescatadnos. Inventad un término nuevo que no sea tan parecido a machismo. Por favor, no permitáis que los hombres sabios y las sabias mujeres os metan en el saco como hicieron con nosotros. Por favor, cread un nuevo modelo de sociedad -podéis hacerlo mucho mejor que nosotros-. Y por favor, no caigáis en la trampa; no sigáis a falsos profetas, falsos discursos ni falsas banderas. Os lo pide un hambriento de mujeridad, mujerismo o lo que vosotras queráis.
Para conseguirlo, el objetivo estaba claro; se trataba de impedir que las mujeres pensaran, que tomaran el poder, que asumieran el control, que plantearan una alternativa femenina al modelo de sociedad impuesto por el hombre sabio. Para ello tramaron una estupenda farsa, un fantástico ardid a través del cual están consiguiendo mediatizar a las mujeres y convencerlas que la solución a su sometimiento no está en encontrar una sociedad alternativa a la de los hombres, sino en convertirse ellas mismas en hombres sabios. Es decir, los hombres sabios quieren que las mujeres deseen ser hombres sabios y de esta forma no se dediquen a encontrar un modelo de sociedad más perfecta que la de los hombres sabios y en la que éstos y sus privilegios no tengan cabida.
De momento están ganando la batalla, y gracias a la complicidad de las sabias mujeres están consiguiendo que el resto de mujeres no busquen las alternativas sino el convertirse. Les muestran la zanahoria, les marcan el camino deseado por ellos, las llevan a debates vacíos donde el mayor triunfo es la estupidez más absoluta, y les hacen creer en una fantasía de avances que no son sino riesgos medidos y controlados por ellos mismos.
El lenguaje no sexista es el gran bluff en las políticas de igualdad, y la mayor estupidez de todas las estupideces en este sentido. Hoy se es más feminista que nadie por duplicar las palabras para decir lo mismo, navegando en contra de la corriente que marcan la propia sociedad y el sentido común. ¿Se imaginan redefinir todo el idioma? Yo no sería un hombre, sino un hombrO. Y los concejales no serían tal, sino concejalOs. Y los albañilOs. También tendríamos que redefinir la fauna, y un águila macho sería un águilO. Y lo mismo ocurriría con el panterO, el jirafO, el iguanO y así imaginen el resto. Y con los plurales, pluralAs y pluralOs, no vean. Compañeros y compañeras, amigos y amigas, asistentEs, asistentAs y asistentOs; tíOs, tíAs y tíEs -claro que sí, ¿o es que los homosexuales no tienen derecho a reivindicar su propia vocal para ellOs, ellAs o ellEs?-.
Es el colmo del absurdo, y se ve absolutamente ridículo -una tomadura de pelo y una falta de respeto vil- cuando vemos a los hombres sabios y a las sabias mujeres hablar de esa forma entre amplias sonrisas -mientras sus parejas están en casa fregando, con todo el respeto para tan digna labor, por supuesto-, agitando el lenguaje no sexista irreal y artificial como el gran paradigma de la integración de la mujer en la sociedad de los hombres sabios.
Pero luego, a la hora de la verdad, las mujeres caen en la trampa y les siguen el juego pretendiendo llegar a ser un hombre sabio -puede que alguna lo consiga, pero aunque es posible, es improbable- en lugar de dedicarse a idear el modelo de sociedad de la mujer. Y así, mientras los hombres sabios y las sabias mujeres hablan y hablOn de las lenguas y los lenguOs entre sonrisas y sonrisOs, meten a las demás mujeres en el saco, en la carrera por llegar a ser hombres sabios.
Finalmente descubrimos que todo es una farsa, y que en realidad todo está peor para las mujeres. Trabajan igual que los hombres pero cobran menos. Están sometidas a acoso laboral en un alto porcentaje. Tienen menos contratos fijos, y el embarazo sigue siendo causa de multitud de despidos. No llegan a puestos de responsabilidad en el mismo porcentaje que los hombres. Y a los puestos importantes de verdad, en los que se toman las decisiones, ésos, ni los huelen. Y encima llegan a casa y tienen las mismas obligaciones domésticas que antaño en la mayoría de los casos pero el treinta por ciento menos de tiempo. Para colmo, siguen siendo maltratadas por muchas de sus parejas, y las cifras de mortandad son realmente espeluznantes.
¿De verdad que las cuotas en los partidos y el lenguaje no sexista son los dos paradigmas del feminismo del siglo veintiuno? Por favor, mujeres del mundo, rescatadnos. Inventad un término nuevo que no sea tan parecido a machismo. Por favor, no permitáis que los hombres sabios y las sabias mujeres os metan en el saco como hicieron con nosotros. Por favor, cread un nuevo modelo de sociedad -podéis hacerlo mucho mejor que nosotros-. Y por favor, no caigáis en la trampa; no sigáis a falsos profetas, falsos discursos ni falsas banderas. Os lo pide un hambriento de mujeridad, mujerismo o lo que vosotras queráis.