La vida es una broma absurda que algún dios atiborrado de cannabis nos regaló algún día, entre tiento y tiento a cualquier botella de ginebra barata. Tan pasado debió estar, y tan barata debió ser la ginebra, que al día siguiente, cuando desaparecieron los restos de humo y alcohol de su sangre, y sólo le quedaba en forma de recuerdo el clamor de cien tribus africanas tocando el tam-tam dentro de su divina cabeza, ni siquiera recordó habernos hecho regalo de tal magnitud. Creo que esta teoría, a pesar de parecer poco seria, es no obstante la más adecuada a la hora de interpretar el sin fin de barbaridades mundiales de las que somos testigos un día si y otro también (...)
La mayor broma de esa absurda broma que es la vida no es la propia vida en sí misma, "per se", que diría alguien con mayores aspiraciones lingüísticas que quién esto escribe–. Como decía, la mayor broma de esta absurda broma que es la vida no es la propia vida, sino el hecho de que realmente te das cuenta de todo justo casi al final de esa broma -digo de esa vida-(...)
Cierto día, si es que llegas a vivir ese día, abres los ojos y te enteras que tienes ochenta años. Y lo realmente triste no es el hecho de tener ochenta años: lo realmente triste es que de esos ochenta años pasaste los primeros veinte aprendiendo lo que tenías que aprender para hacer bien lo que tenías que hacer, los siguientes veinte evitando hacer lo que tenías que hacer porque tenías miedos y remordimientos de hacer lo incorrecto, los siguientes veinte lamentando no haber hecho lo que pudiste hacer creyendo que podría estar mal cuando realmente no era tan descabellado, y los últimos veinte recordando todo lo que dejaste de hacer porque bien estabas aprendiendo, bien estabas evitando, bien estabas lamentando.
De manera que ése día, el de tu ochenta cumpleaños, abres los ojos y llegas a la conclusión que los últimos veinte años los pasaste recordando y contando batallitas acerca de cosas que nunca hiciste, pero que realmente te hubiera gustado hacer -incluso pudiste hacerlas-. Tantas veces las has contado, tantas veces las has vivido en tu imaginación hasta llegar a convertirlas en perfectas, sin ningún fallo –para tus intereses, claro -, que finalmente llegaste a creértelas, y no sabes si efectivamente son batallitas o en realidad son recuerdos auténticos. Y a todo esto, llegas a la conclusión de olvidar el tema, porque tienes ochenta años y total, para lo que vas a durar, mejor aprovechar el poco tiempo disponible para hacer todo lo que te dé tiempo, tras ochenta años de desperdiciarlo en mil cosas que no te apetecían.
Pero la cuestión no acaba aquí. No señor. Ahora que al fin te decides a hacer cosas, todas esas cosas que nunca hiciste porque estabas aprendiendo, evitando, lamentando o recordando, descubres que tu cuerpo ya no te acompaña, que no estás para según qué trotes, y acabas volviendo a sentarte en la mecedora pensando en que realmente, esto de la vida es una broma pesada y de mal gusto (...)
La vida es como una carrera a contrarreloj, pero involuntaria y también inevitable. O sea, que sabes cuál es la meta y el premio, no quieres correr tanto ni llegar al final, pero por mucho que lo intentas, siempre acabas cruzando la línea y llevándote el premio. A veces quieres no llegar, o pararte por el camino. O saltarte las reglas para que algún juez te descalifique y no te deje seguir. No entrenas para correr más, no quieres llegar el primero; ni siquiera quieres llegar –para que luego diga algún escritor aficionado como yo que Torrebruno no tenía razón con lo de que lo importante no es ganar, sino participar y divertirse-. Pero siempre llegas. Y es curioso, aquí todos tenemos el mismo premio, la misma recompensa. La verdad es que a veces no sabes si es un regalo o una putada. Menos mal que finalmente se impone nuestra sabiduría innata –el ser sabios sabios nos tiene que servir de algo-, y llegamos a concluir que realmente merece la pena y que por tanto no es una putada sino un regalo, a pesar de los hombres sabios, las sabias mujeres, las citas históricas y todo ese rollo (...)
Por todas estas cuestiones, y sin duda por algunas otras que he olvidado en mi inmensa sabiduría sabiduría, hace años que elaboré y desarrollé una teoría incomparable que con total seguridad transformará los cánones de la Filosofía -con mayúscula- de todo el siglo veintiuno. Como ya habrán adivinado, estoy hablando ni más ni menos que de la increíble, novedosa y mundialmente famosa teoría del segundo mágico. Siéntense, agárrense, cierren los ojos y disfruten. O pensándolo mejor, no cierren los ojos, porque si lo hacen, difícilmente podrán seguir leyendo. Bueno, hagan lo que quieran con sus ojos, y abandónense en las manos de la filosofía en estado puro. Va por ustedes.
Vamos que nos vamos!!! Listo el primer título de la antepenúltima reflexión. Ya mismo está en la calle en papel, luego ni digáis que os ha pillado el toro, porque os estoy avisando.
ResponderEliminarSaludos palomíticos.
Me he tenido que reir a carcajadas, hasta Torrebruno has mencionado, ni me acordaba ya de el. Esto que he leido me ha parecido muy interesante, muy cierto y explicado claramente. Gracias. Mari Carmen P.
ResponderEliminarGracias a ti por la visita!!! Es sano ponerle risas incluso a los asuntos más serios, ¿verdad? Es mundo sería un lugar mejor con más sonrisas y menos gruñidos!!!
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